La historia de este chipre clásico nace con un recuerdo de la infancia.
Resulta que la cofundadora de la marca cosmética Sisley es una condesa, Isabelle D’Ornano. Su esposo, el conde Hubert D’Ornano, le regaló este perfume -parece que allá por la década del ’80. ¿Qué tenía de especial? En primer lugar, era único y personal: había sido diseñado para ella por su esposo y por la perfumista Jeannine Mongin. En segundo lugar, la composición giraba en torno a un aroma que a la condesa le recordaba los atardeceres de su infancia en España.
Se trata del aroma de la flor del arbusto de celinda (fr. selinga; ingl. sweet mock-orange, English dogwood) que se abre al caer el sol y desprende una fuerte y peculiar fragancia. Justamente, el nombre de la obra es Eau Du Soir (fr. agua de la tarde/noche) debido a que la celinda florece de noche. En la década siguiente el perfume comenzó a comercializarse a nivel mundial, en un frasco cuya tapa es una escultura de oro 18 K, realizada por Bronislaw Krzysztof.
La fragancia tiene un inicio cítrico agridulce de mandarina, pero la fuerte impronta floral de celinda no se hace esperar (lo que será el sello inconfundible de todas las demás versiones de Eau du Soir). Las florales notas medias se van encadenando, patchouli mediante. Iris e ylang ylang, rosa y jazmín: una trama olfativa indiscutidamente elegante y sofisticada.
Los recuerdos de ese jardín español cierran con matices boscosos de cistus, madera de enebro y musgo de roble. Una especie de arrobamiento casi imperceptible de ámbar y almizcle envuelve todo como acorde final. El intermitente toque áspero de la pimienta blanca prolonga la huella en la piel de este eau de parfum.
Virginia
Origen de la minitalla: regalo de un familiar.
Nota: la versión original de esta reseña fue publicada en el blog Notas & Acordes el 07/06/12.