
foto: Indochinaroadtourer.asia
Mientras conversábamos café por medio, mayormente sobre trabajo, mi amiga abrió un cajón de su escritorio y dijo “Tengo un frasco de algo por acá ¿querés llevártelo?”. El “sí” resonó antes de que la pregunta terminara; siempre queda tiempo para arrepentirse. En la bonita caja amarilla dormía una botella de Isabey La Route d’Emeraude. Curiosamente, un año antes me había sentido tan intrigada por este perfume que había estado a punto de cometer el peor de los pecados: comprar sin haberlo probado.
La Route d’Emeraude se inspira en el viaje que lleva al “Triángulo Esmeralda”, un área magníficamente verde y frondosa que une las fronteras de Tailandia, Camboya y Laos. La Route d’Emeraude fue creada originalmente en 1924, su botella diseñada por el legendario artista vidriero Julien Viard (el flacon de nuestros días sigue las líneas del diseño de Viard). La fragancia fue actualizada en 2012 por el nariz Jean Jacques y la directora creativa Rania Naim. Si bien no he podido oler la versión de la década del ’20, la que está disponible actualmente es tan clásica, plena y satisfactoria que no hace añorar tiempos pasados.
Una nota de bergamota ácida y algo severa oficia de preludio a la subsecuente explosión de flores blancas. El jazmín sambac y el jazmín de Marruecos, ambos más verdes que la variedad de Grasse, se funden con la tuberosa y la flor de naranjo deteniéndose apenas antes de alcanzar un dulzor excesivo. La Route d’Emeraude realmente florece sobre la piel: crece, se abre, pulsa, expande su calidez nectárea. Sin embargo, a través de la evolución, logra conservar el verdor, una frescura ligera que hace un guiño cómplice al nombre, sumando a la idea de chispeantes gemas exóticas. El fondo sutil –ambarado, almizclado- enfatiza la redondez sensual de la composición.
Desaconsejada para tímidos, La Route d’Emeraude demuestra una longevidad sobresaliente, gran sillage y se aferra con tenacidad a la ropa. Está disponible también en una versión extrait: Perle de la Route d’Emeraude.
Caro
Origen de la muestra: regalo de una amiga

foto: Panouge.com
Parfums Isabey La Route d’Emeraude – Jasmine sparks
As we talked over coffee, mostly about work, my friend opened a drawer in her desk and said “I have a bottle of something lying around. Would you like to take it home?”. My “yes” resounded before she even finished her sentence; there’s always plenty of time for regrets. Housed in the lovely yellow box, lay a bottle of Isabey La Route d’Emeraude. Curiously enough, a year ago I had been so intrigued by this fragrance that I almost committed that worst of sins: buying unsniffed.
La Route d’Emeraude was inspired by a journey leading to the Emerald Triangle, a magnificently green and lush area that joins the borders of Thailand, Cambodia and Laos. La Route d’Emeraude was originally created in 1924, its bottle designed by legendary verrier Julien Viard (the present-day flacon follows the lines of Viard’s design). The fragrance was revamped in 2012 by nose Jean Jacques and creative director Rania Naim. While I haven’t sniffed the version dating from the roaring twenties, the current one is so classical, full and satisfying it doesn’t make me long for days gone by.
A tart and somewhat acerbic bergamot note acts as a prelude to the subsequent explosion of white flowers. Jasmine sambac and Moroccan jasmine, both greener than the Grasse variety, meld with tuberose and orange blossom stopping just a step short of excessive sweetness. La Route d’Emeraude really blooms on the skin: it grows, opens, pulsates, expands its nectarous warmth. But throughout its evolution, it manages to retain a greenness, a slight freshness that nods to its name, adding up to the idea of sparkly exotic gems. The delicate drydown –ambery, musky- emphasises the sensual roundness of the composition.
Not for the shy, La Route d’Emeraude possesses outstanding longevity, big sillage and lingers tenaciously on clothes. It is also available in an extrait version: Perle de la Route d’Emeraude.
Caro
Origin of sample: gift from a friend